quarta-feira, março 10, 2010

CAETANO VELOSO EN BUENOS AIRES

Un Caetano provocador, rockero y bien carioca
Acompañado de su trío eléctrico, repasa su historia
Martes 9 de marzo LA NACION-Foto: A.M.Borges Diniz


Zii e zie , recital de Caetano Veloso (voz y guitarra). Banda Cê: Pedro Sa (guitarra eléctrica), Marcelo Callado (batería), Ricardo Dias Gomes (bajo y teclados). Teatro Gran Rex, Corrientes 870. Nueva función: sábado 13 de marzo. Nuestra opinión: muy bueno .

Un trío eléctrico, un trovador sesentón, un ala delta de escenografía (como postal carioca y símbolo de adrenalina juvenil) y una sucesión de canciones en aparente estado salvaje, como breves explosiones de magmas musicales, intervenidas por la sofisticación de su arte: es Caetano Veloso surfeando con elegancia y jovialidad tropicalista, sobre esas furiosas rompientes del trío rockero, que conforman el espíritu de la Banda Cê.
En apariencia, los que no conocen bien a Caetano Veloso podrían decir que se volvió un rockero a destiempo con un gusto por el noise (la distorsión) y poemas telegráficos que exudan urbanidad, existencialismo, sexualidad y destellos bucólicos sobre Río de Janeiro. Los que lo conocen mejor saben que, como tropicalista, Caetano nunca defrauda; sólo se dedica a sorprender a quienes esperan que vaya por el camino conocido.
En el primero de sus conciertos de presentación del disco Zii e zie , Caetano mostró la fuerza de ese minimalismo en las letras -golpes más directos y salvajes- y el sonido más carnal de un trío eléctrico conformado por guitarra, bajo y batería, con los que repasa temas sugerentes como "Perdeu" (leves recuerdos de Echo & The Bunymen), y clásicos como "Minino do Rio" (una joya del disco Cinema trascendental ), que hace rato no forma parte de su repertorio.
Caetano interviene la postal carioca con comentarios sonoros más desolados en "Por quem?" o la explícita "Base de Guantanamo", con un rapeo inicial y un golpe seco de la batería que estremece; también puede sonar áspero y nihilista en el cortante riff de la guitarra de "Tarado ni você", o alegremente superficial y esperanzando en "A cor amarela" y "Falso Leblón".
El guión de canciones, que conforman la película entera del concierto, evoca la sensación de un artista que vive al costado del mar, las favelas y los morros (imágenes que se proyectan en las pantallas, como fuera de foco o con otro punto de vista) sin necesidad de comentarios explícitos. En Caetano todo es sugerencia, salvo su música, que acude a diferentes momentos de su historia, lejos o cerca de ese paisaje de Río, como cuando vuelve a cantar "Maria Bethânia", el cover "Volver" (las dos, como pensamiento en voz alta de su exilio en Londres), o se aproxima a los tiempos de la new wave en la sorprendente "Não identificado", de 1969.
Sobre el escenario, Caetano juega a ser un rockero yea yeah del Brasil de los setenta (haciendo pasitos cortos y apuntando con su guitarra al público), muestra su costado más ambiguo para seducir con los movimientos de su mano y su cuerpo en "Trem das cores" o hace un tributo al romanticismo en la inolvidable "Força Estranha", tema en el que cita a Roberto Carlos.
Caetano envuelve a los espectadores en su fantasía y los lleva de paseo con su voz por esos estados más alterados de "Odeio" o los calma para entregarse de cuerpo y alma (es decir, sólo con guitarra y voz) para el samba "Aquele frevo axé". Lejos de la estampa de crooner, alineado a la austeridad punk de sus compañeros de escena (el bajista parece uno de los integrantes de los Ramones) y un surtido recorrido por su historia, el artista logra una profunda simplicidad en su arte: un estado de primitiva jovialidad que envuelve su sabiduría.
Gabriel Plaza

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